lunes, 6 de octubre de 2008

La paciencia es una virtud.


DIA: VIERNES 29-09-2008
TRAYECTO: MANAUS – PORTO VELHO
HORA SALIDA: 5:30 PM
KMS. RECORRIDOS: Aprox. 1000 kms. De Agua
DIA Y HORA LLEGADA: MARTES 02-09-2008
TIEMPO: MUCHO SOL, MUCHA LLUVIA, FRIO POR LAS NOCHES
CARRETERA: AGUA, AGUA Y MAS AGUA
Trayecto Humaitá a Porto Velho 241 Kms.



El puerto de Manaus es grandísimo, ya habíamos visto una parte. Un malecón interminable, abarrotado de gente, vendedores de todo tipo. Miles y miles de embarcaciones preciosas y llamativas, colores y aromas se confundían, otros de aspecto temeroso pero no menos impresionantes. Gente que viene y va, los que cargan los barcos, los que te venden cualquier cosa, y los que van a viajar con hamacas al hombro, bolsos, colchonetas y todo tipo de equipaje.
En una carrera de tiempo para no perder el barco, nos distribuimos el trabajo sin pensar pero que resultó ser efectivo, ya que hasta nos sobró. Un poco asustados ante lo desconocido y a conciencia de lo que nos esperaba, nos guiaron hasta donde debíamos embarcar. El precio del pasaje incluía el desayuno, almuerzo y cena. Pero nosotros no estábamos del todo preparados para el viaje. A duras penas nos dio tiempo de comprar agua y algo comestible por si acaso.
La sorpresa, bueno, ni tan sorpresa; yo sabía que eso podía suceder. Fue ver la balsa y por donde debíamos subir a Rosaguiver. En efecto por dos tablas, ja!!!! Pero eso no es todo, el supuesto muelle es todo de tablones, que se movían al pasar el auto y debíamos apurarnos pues éramos los últimos para subir. Los chicos se bajaron para filmar y el dueño de la balsa me dijo que ellos mismos subían a Rosaguiver. Primero no me gustó mucho, pero que remedio. Yo estaba super nerviosa de solo pensar que algo malo pasara mientras embarcaban, pero me llamaron para que pagara y para mostrarme la balsa. Donde se come, los baños y donde dormir. El muchacho que subió a Rosaguiver, pues sabe solo eso; subirlos, por que casi me deja sin embrague, no era fácil claro con tanto peso.
Salimos de Manaus navegando por el Río Amazonas ya con la noche encima y un hermoso cielo estrellado y despejado. Ya no quedaba mucho lugar para las hamacas y solo teníamos dos. Debíamos armar una de las carpas, y lo hicimos junto a Rosaguiver que estaba solo y con mucho espacio alrededor. Mónica y Aníbal dormirían en las hamacas en la parte de arriba de la balsa y Martín y yo en la carpa. Todo tuvimos que hacerlo a oscuras por que no nos dejaban prender la lámpara para no molestar al capitán al dirigir de noche. Aún me inclino y me quito el sombrero de como estos hombres navegan por el río Amazonas y el Madeira. El río es sumamente oscuro, y la balsa va sin luces. Cada cierto tiempo el capitán prende un inmenso reflector y enfoca varios puntos en el frente y en los lados, luego lo apaga. La velocidad es aproximadamente 30 kms/h. Donde nosotros estábamos, es decir en el área de carga, junto a unas 50 motos, la mayoría nuevas, cinco vehículos pequeños, una camioneta y cajas y cajas y más cajas de todo tipo de mercancía. Era la punta de la balsa, teníamos mucho espacio de visión y movilidad. También de plaga voladora de todo tipo.
En la oscuridad y con linternas pequeñas para ver donde pisábamos, armamos nuestro campamento para dormir. El baño nos quedaba como a unos 10 metros pasando por el borde de los autos y saltando cosas. Simpáticos estos banheiros, a cada lado del motor de la balsa. De un metro por un metro, ducha y poceta todo juntito, con vibración y aroma a diesel incluida.
La primera noche no fue nada fácil para mi, tener a los chicos separados y lejos, estar en plena oscuridad y confiando en la destreza del capitán. Más que nada que no se quedara dormido. Cada hora me despertaba y miraba el reloj, me salía de la carpa, me fumaba un cigarrillo. Me volvía a acostar, mirar y contar estrellas, dormitar hasta que al fin comenzó el espectáculo del amanecer y ver por donde íbamos. Ya estábamos en el río Madeira que debe su nombre a la interminable cantidad de árboles que hay en cada horilla. El paisaje no cambiaba mucho, agua y más agua, árboles y más árboles. Uno que otro remolcador empujando 3 o 4 gabarras o balsas, llenas de contenedores o camiones. Y también transportando combustible. Eso si, es increíble que cada pocos metros o kms, no puedo asegurarlo. Se veían casitas y casitas, una aquí sola, otras juntas, pero no había lugar donde no hubiera al menos una y siempre habitadas y con antenas tipo parabólica pero pequeñas. Temprano en la mañana de las casitas a orillas del río, las mujeres y las niñas lavando la ropa, los hombres en las plantaciones o en las canoas, buscando el trabajo. En algunas partes las canoas se acercaban a la balsa a buscar algún encargo o comestibles, también subían pasajeros o bajaban. Todo en movimiento y sin ningún percance.
No es el viaje más entretenido del mundo pero había que hacerlo, los horarios de comida nos tenían desfasados de nuestras costumbres, y ante quedarte con hambre o comer, pues será comer a la hora que ellos decían. Esto consistía en:
Desayuno a las 6:00 AM – galletas con mantequilla y café, negro o con leche.
Almuerzo a las 10:30 AM – Arroz, espagueti, pollo guisado.
Cena a las 5:00 PM – Arroz, espagueti, pollo guisado.
En cuatro días el menú apenas variaba y el paisaje tampoco, el clima fue un poco más cambiante. El primer día hizo tanto sol y en la noche tanto frío, que no sabemos si fue eso o el menú lo que enfermó a Aníbal. El segundo día de viaje, mi copiloto tubo fiebre y luego se descompuso del estómago. Esto me puso bastante nerviosa, aunque llevábamos un buen surtido de medicinas de todo tipo, nada parecía curarlo. Estar en el medio de la nada y en el medio del agua, creo que mi preocupación tenía motivos. Luego pasamos a un día de intensa lluvia con viento frío y una noche cerrada que no se veía lo que tenías a un metro de distancia, pasaban las horas tan lentamente que parecía nunca acabar.
Nosotros nos apoderamos del espacio donde teníamos el carro e hicimos nuestro campamento allí, lavar ropa, preparar café o algo de picar para calmar el estómago, leer o jugar cartas, o simplemente mirar hacia el frente y meditar. El resto de la gente que viajaba con nosotros estaba en la parte de arriba y no hicimos casi contacto con ellos. Solo un brasilero alegre que conocimos la primera noche, fue con quien charlamos y nos divertimos también. Edney, era nuestro traductor y mensajero, quien nos informaba de lo que sucedía en la balsa. Cuando y porque parábamos y si la comida estaba lista. También fue él quien nos informó que podíamos acortar un día de viaje, bajándonos en Humaitá y realizar los 200 Kms por tierra que nos separaban de Porto Velho. Si seguíamos en la balsa quedaban aún 24 horas más; cuando lo consulté con los chicos, todos estuvieron de acuerdo en que bajáramos de la torturante balsa. Creo que tanto los chicos como yo, aprendimos a ser pacientes y aprovechar la calma, para estar juntos en silencio. Así como nos subimos, también nos bajamos.
Entre prisas y carreras, sin tiempo para pensar en como realizaríamos tal proeza, ni sacar fotos pudimos. Todo lo teníamos sin empaquetar ni guardar y era o si o si. En menos de lo que canta un gallo estábamos en tierra firme con Edney que nos decía como debíamos proseguir nuestro camino. Según el, al mediodía estaríamos en Porto Velho, cosa que falló un poco en el cálculo, tardamos casi cinco horas en llegar. Primero casi nos devolvemos a Manaus por la tan famosa 319 de tierra, gracias a Aníbal que siempre se mantuvo bien orientado, nos dimos cuenta a tiempo. Aunque el tramo de carretera que hicimos era la BR319, pero ya al final de la misma. Aproximadamente fueron unos 60 o 70 Kms, donde la ruta la estaban reparando, todo tierra, y mucho desnivel de la misma. No me permitían ir a más de 20 kms/h. Cuidando siempre a Rosaguiver y nuestra carga. Y ni que decir de cómo nos quedó todo lleno de tierra colorada que se metía por todos los recovecos, no podía prender el aire acondicionado del auto y menos cerrar los vidrios. Nosotros mismos quedamos de color tierra roja. Pero el grupo coincidía en que era mejor así que seguir más tiempo en la balsa.
Al divisar la ciudad la algarabía de todos era latente y palpable, no pudo faltar claro el recibimiento con lluvia y por fin contactar a alguien que nos guío a un buen hotel y comida de verdad. Joao Lucena, con quien mantuve durante varios meses correspondencia y quien me dio muchos consejos que nos fueron sumamente útiles. Nos recibió, nos acompañó, nos guió y nos dio muchos más orientó en el siguiente tramo a seguir de ruta. Compartimos con él y su familia una cena, nos llevó a una Churrascaría excelente, donde todos degustamos con placer todo cuanto nos servían. Ver a Aníbal comer con tanto gusto, después de cuatro días en los que no comió casi nada, calmó mi inquietud con respecto a su salud.
Descansamos un día entero en Porto Velho retomando fuerzas para continuar el siguiente tramo de casi 3000 kms. Hasta llegar a la frontera con Argentina.

P.D.: NO SE OLVIDEN DE VER LAS FOTOS EN LA GALERIA

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Guaooooo, ustedes se habrán aburrido mucho en la balsa por el Amazonas, pero contado así me encanta la aventura....
Tu amigo Juanca...

Rafael Gonzalez dijo...

Ese es un viaje para machos!!!! con razon Omar no fue, ja,ja,ja
Toda una aventura y riesgo, la verdad Carla me quito el sombrero. Muchas veces vivir estas experiencias en el presente estamos manufacturando el futuro, estoy seguro que el recuerdo de los chicos perdurara por siempre. Que Dios les bendiga.